Tipo de público:
Edad:
Cultura contemporánea
La muestra, concebida expresamente para el espacio de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia, se articula en torno a obras pertenecientes a la Colección MUSAC relacionadas con el paisaje en América Latina, trabajos tanto de artistas latinoamericanos como de otros orígenes que se acercan y reflexionan desde diferentes planos conceptuales, formatos y géneros a la inmensa variedad paisajística latinoamericana.
La elección del paisaje como eje temático de la muestra guarda relación con el entorno la Fundación Cerezales Antonio y Cinia y la clara vocación de la misma en el desarrollo y promoción del entorno natural, rural y humano de la zona. Al mismo tiempo, la muestra se enmarca en el contexto, y actúa como complemento, de la exposición Modelos para Armar. Pensar Latinoamérica desde la Colección MUSAC, con la que comparte el afán de permitir al público establecer su propio recorrido en torno al arte latinoamericano actual, aportando una visión que rechaza tanto una lectura única como una narrativa lineal convencional.
Los artistas seleccionados para esta muestra –Sergio Belinchón, Andreas Gursky, Diego Opazo, Raimond Chaves y Gilda Mantilla, Miguel Angel Rojas y Caio Reisewitz– consideran y desarrollan diferentes aproximaciones, temáticas y métodos para abordar el paisaje como género artístico, una práctica ampliamente concurrida a lo largo de la Historia del Arte. En efecto, muchas y muy variadas han sido las miradas que se han realizado sobre este género, partiendo de la representación de la Naturaleza, en su concepción más sublime, y llegando hasta los llamados paisajes urbanos que aparecen tras la Revolución Industrial, o incluso a paisajes mentales reflejo de las teorías estéticas y filosóficas de principios del siglo XX.
La muestra Paisaje múltiple quiere ser una aproximación al modo en que algunos de los principales artistas del cambio de siglo se han asomado a la Naturaleza –en ocasiones mediatizada ésta por la mano del hombre, en ocasiones como puro estado mental– a través de sus obras, y de qué manera la importancia del paisaje se impone en el territorio latinoamericano de muy diversas formas. Con una presencia privilegiada de la fotografía, esta muestra repasa desde la mirada de corte poético –donde el paisaje, más que la representación de un espacio físico, se convierte en una proyección de la mirada del artista–, hasta una visión decididamente crítica sobre la utilización y presencia del hombre en la Naturaleza, bien de forma física o a través de las huellas que éste deja en el paisaje. Todo ello viene a ampliar la concepción también múltiple que sobre el paisaje y sobre la propia Latinoamérica pretende presentar la muestra Modelos para Armar. Pensar Latinoamérica desde la Colección MUSAC.
SOBRE LOS ARTISTAS
Sergio Belinchón
(Valencia, España, 1971)
Vive y trabaja en Berlín, Alemania
Su formación se ha desarrollado básicamente en el campo de la fotografía, aunque de forma reciente ha incorporado el vídeo en su trabajo. Belinchón destaca por su particular visión sobre los lugares urbanos, los edificios, los espacios naturales colonizados por el hombre y los procesos de transformación a los que éstos son sometidos. El gusto por la saturación, la composición cuidada, la perfección en el acabado, el uso de tecnología digital, o la influencia de la Escuela de Fotografía Alemana, son algunas de sus señas de identidad.
Andreas Gursky
(Leipzig, Alemania, 1955)
Vive y trabaja en Düsseldorf, Alemania
Las fotografías de Andreas Gursky se centran habitualmente en la recreación de paisajes urbanos. La nitidez de las fotografías hace evidentes los detalles más mínimos, contraponiendo los dos niveles, micro y macro, que conviven en un mismo espacio. El individuo queda así reducido, en contraste con el contexto habitable, a la mínima expresión de una civilización de la cual no es sólo responsable, sino también producto. En sus trabajos, las referencias a la pintura son constantes: en la composición de imágenes por medio de campos pictóricos, las manchas de color y las composiciones geométricas en torno a las que se estructura la obra.
Gilda Mantilla
(Los Angeles, EE.UU., 1967)
Vive y trabaja en Lima, Perú
A partir de un trazo de línea siempre clara y preferentemente sobre papel, Mantilla despliega en sus trabajos una curiosidad casi infantil por todo lo que le rodea, pero esa aparente inocencia que abarca desde copiados de semillas y plantas a la ilustración de la increíblemente variada fauna latinoamericana, también se ocupa de retratos de presas en la cárcel, eventos y sucesos callejeros de calado tanto social como político, y todo tipo de temas entre medias, ya sea a lápiz, carboncillo, acuarelas o colores, en hojas sueltas o cuadernos, en series o individualmente, y también comprando las plantillas que venden en las papelerías de Perú para colorear paisajes, donde ella se sale de lo obligado incorporando su propia imaginería personal.
Diego Opazo
(Santiago de Chile, Chile, 1966)
Vive y trabaja en Alicante, España
La propuesta artística de Diego Opazo ha estado caracterizada desde los inicios de su trayectoria por una intensa atención hacia la arquitectura. El medio fotográfico, soporte en el que Opazo desarrolla su trabajo, ha mantenido a lo largo de toda su historia una continuada relación con lo arquitectónico, una vinculación que permitió desde muy pronto la consolidación y configuración de la fotografía de arquitectura como uno de los géneros fotográficos por excelencia. En este sentido, su obra puede definirse con claridad como fotografía de género, y en su caso como fotografía de arquitectura. De hecho, este artista simultanea una doble dedicación hacia el tema: como fotógrafo freelance en diferentes despachos de arquitectura, y como autor que desarrolla su proyecto creativo en torno a lo arquitectónico. Es de esta segunda dedicación de donde han surgido las cuatro obras pertenecientes a la Colección MUSAC, dos de ellas correspondientes a la serie Espacios Latentes II (2006), y otras dos a la serie Refugios II (2006-2007). Si se exceptúa su primera propuesta, Elhombre subterráneo (2002), resuelta en blanco y negro y pequeño formato, existe una gran uniformidad en las elecciones formales de Diego Opazo a la hora de afrontar sus diferentes proyectos: el color, el gran formato y el uso de la serie como soporte constructivo del discurso..
Caio Reisewitz
(São Paulo, Brasil, 1967)
Vive y trabaja en São Paulo
Cuando viajamos, los cinco sentidos —no sólo la vista— se ponen alerta y receptivos a todo lo nuevo que aparece. La mirada se detiene en todo con mayor intensidad. El fotógrafo es una persona de instinto curioso por naturaleza. Busca y no se detiene. Y parece tener incluso un sexto sentido que le lleva a los lugares que quiere retratar.
Caio Reisewitz, fotógrafo nacido en São Paulo en 1967, retrata la naturaleza cruda y bruta, lo sublime de la misma en su concepto más clásico. Los protagonistas indiscutibles de estas grandiosas fotografías son bosques y planicies, ríos y praderas, con toda la fuerza de la que están dotados en un país como Brasil, donde el personaje humano parece no pintar nada. Escenarios naturales no contaminados, utópicos casi, difíciles de encontrar hoy día, defendiéndose en su pureza de la acción del hombre. Como un Ansel Adams en color del siglo XXI, nos da a conocer los paisajes brasileños con la fuerza que las palabras no pueden tener y las imágenes, a veces, sí. Estamos ante el caso de uno de esos fotógrafos frente al que el espectador puede evocar una interpretación pictórica, cuyo modelo es el paisaje y la teoría, un romanticismo exacerbado. Paisaje como lugar de la tragedia, de la melancolía, representado por lugares míticos impregnados de fenómenos atmosféricos sobre los que el hombre no es más que un minúsculo observador.
En la naturaleza, en la concepción de un paisaje, se da la confluencia de unas características en un momento determinado del día, como la luz y otros elementos, que marcan un segundo mágico. Como un cazador, Reisewitz acecha con paciencia para lograr captar ese instante dramático, un mundo sensorial que contiene elementos difíciles de transmitir a través de la fotografía. En el espíritu de Richard Long, que camina la tierra para comprenderla, Reisewitz la retrata para impregnarse de ella.
Miguel Ángel Rojas
(Bogotá, Colombia, 1946)
Vive y trabaja en Bogotá
Miguel Ángel Rojas fue pionero en el uso de la fotografía como práctica artística en Colombia. Desde comienzos de la década de los setenta, exploró la fotografía, que veía como un fundamento de la experiencia visual del mundo, empleándola inicialmente como un vehículo de aproximación al dibujo o el grabado, para luego concebirla como medio definitivo. Comenzó a interesarse por los procedimientos fotográficos, paralelamente a su etapa de formación artística, cuyas técnicas dominó incluso antes de ingresar a la carrera de arte.
Desde sus primeras obras se le hizo evidente que el arte demandaba una vinculación con algo externo a sus propios medios, a diferencia de lo que parecía ser la ambición de la mayor parte de los artistas colombianos que se encontraban activos en ese momento. Por eso se interesó tempranamente en hacer notar la contingencia de su mirada y el contexto particular en que se producía su identificación con el mundo. Llamaron su atención los estereotipos de representación masculina en el cine, particularmente los vaqueros de los westerns, que parecieron suscitarle identificaciones imaginarias asociadas al deseo. Pero luego le prestó atención a las cosas que ocurrían en las salas de cine que presentaban este tipo de películas de manera rotativa, que situaban la acción de este lado de la pantalla. Rojas decidió documentar dichos encuentros homosexuales; en muchos casos perceptibles solamente por algunas señales o actitudes corporales sutiles, o en otros visibles de forma mucho más explícita, ocultando la cámara con distintos artilugios y disimulando la obturación del diafragma con algo de tos. Por las difíciles condiciones técnicas, ausencia de luz, imposibilidad de encuadre, ausencia de foco, las imágenes resultantes son en cierta medida producto del azar y son renuentes a hacer visible del todo lo que ocurría en estos lugares.
Al explorar la condición de marginalidad a la que estaba sometida la diferencia sexual, que tenía como único ámbito posible la oscuridad y crudeza de los cines y sus baños, Rojas se interesó paulatinamente en otras particularidades de su contexto cultural. Se fijó en el contraste entre la vida urbana y la rural, la irresuelta historia de la condición colonial, el fenómeno del narcotráfico y los efectos culturales del conflicto armado en Colombia. En las décadas siguientes exploró prácticas como la instalación, el dibujo, la pintura, y experimentó con los procedimientos fotográficos, para acercarse a las diferentes situaciones en donde podrían relacionarse estas problemáticas.