Un apunte más pausado tras las celebraciones de las últimas horas: cuando inicias una reflexión sobre lo que significa “crecer” en el marco de trabajo de una institución cultural, enseguida saltan numerosas alarmas.
Una de ellas, quizá una de las que se encuentre más rodeada por tópicos, tiene que ver con la “fisicidad” de ese crecimiento. Hoy, en un momento en que el término sostenibilidad ofrece mutaciones que en muchos casos solo tienen vigencia como eslóganes, es difícil plantearse una posición respecto a dicho término. Desde la huída a la ocupación del mismo, todo puede llegar a tener lógica.

En nuestras discusiones de equipo, esta “fisicidad» siempre ha sido entendida como un operador al servicio de la vida, tanto a la hora de atraerla a Cerezales del Condado como a la hora de darle el soporte necesario mediante nuestra acción, en la medida de nuestras posibilidades y áreas de trabajo. Para ello, hemos primado los instrumentos y métodos que forman parte de los saberes que hemos ido adquiriendo en estos años, sin cerrarnos a aquellos otros nuevos que fuésemos capaces de comprender y vincular en este ecosistema. No renegamos de la posibilidad de que otros agentes puedan adoptar metodologías o sellos estandarizados, como ZEMOS98 ha señalado en otros ámbitos: “Se puede hacer cultura libre con software propietario”.

Durante el transcurso de las presentaciones finales en el Premio a la Construcción Sostenible convocado por ICCL Instituto de la Construcción de Castilla y León y Junta de Castilla y León en Valladolid hace dos días, tuvimos ocasión de pensar sobre estas cuestiones relativas a los sellos, que en su día ya nos habían asaltado, cuando una de las candidatas arrojó al público la siguiente pregunta: ¿es legítimo que una institución pública use dinero público para certificar su sostenibilidad mediante un sello privado?

Para nosotros la cuestión se desliza hacia otro plano, el que nos llevaría a preguntarnos por la posibilidad de que cualquier persona o institución que desee seguir unos códigos saludables en esta materia, en base a criterios y valores localizados y apegados a su labor específica de investigación y a su contexto, no se vea en el futuro condicionada por el acceso a dichos sellos como única ruta en dirección a que su esfuerzo sea reconocido. En nuestro caso descartamos seguir la pauta de los sellos y certificaciones actuales de mercado, porque implicaba desproveer otros flancos a nivel presupuestario en #FCAYC que no deseábamos debilitar y que hacen referencia a la complejidad de esa vida que nos esforzamos por cuidar. Respetamos y valoramos, insistimos, que otros agentes e instituciones quieran seguir ese camino y reconocemos su aportación por ello, es importante que se siga poniendo a prueba también ese escenario.

Por eso agradecemos más si cabe el haber sido merecedores de este premio a criterio del jurado, ya que nuestro proyecto de nuevo equipamiento no aportaba certificados ni sellos de sostenibilidad estandarizados y reconocibles con facilidad. Les agradecemos que así, de manera cómplice, hayan dado la posibilidad a otras candidaturas en el futuro de sentir una dosis fundamental de autoestima en sus propuestas, de basarlas en criterios que aborden de manera compleja qué significa el sostenimiento de la vida y cómo dar forma a sus instrumentos; y de decidir –ojalá– en qué lugares desean mantenerse o apartarse de unos u otros caminos.

Os dejamos aquí nuestra presentación del día 18 en los Premios de #ConstrucciónSostenible:

Posted by Fundación Cerezales Antonino y Cinia on viernes, 20 de enero de 2017

Visitas profesionales al nuevo equipamiento: