El sonido nos permite, a veces y solo a veces, acceder a territorios ignotos a los cuales resulta inviable acceder desde la cotidianidad del lenguaje. A veces y solo a veces, los cuerpos danzan al mismo son y las islas de ruido se convierten en archipiélagos que surgen de las aguas.
Eso mismo nos ocurrió hace algunos años y, desde entonces, es difícil no sucumbir a la tentación cuando los contextos lo permiten. A pesar de vivir y haber vivido en distintas ciudades, hemos compartido ya instantes aquí y allá, en Helsinki, o en Valencia, o en Burgos, o ahora, en León.
Comprometidos con dar esta música a quien la necesite, nos encanta bucear en los cajones de partituras y ver cuál es la que está más escondida, porque quizás, como en las casas antiguas, la que está entre paños, es la más valiosa. Y también nos encanta soñar con proyectos inviables e imposibles que aúnen todo aquello que reclama nuestra atención. ¡Estad atentos, porque nunca se sabe cuándo volverá a aparecer la musa!