Nace en Madrid (1937-2018) en una familia de clase media. Su padre, farmacéutico con intensas inquietudes culturales se convirtió para él en un referente fundamental, aunque murió cuando Eduardo tan sólo tenia siete años. A partir de ese momento su madre y la familia materna se convertirá en el eje esencial que marcará su vida, convirtiéndose al mismo tiempo en el vinculo directo y vivencial con León y con la pequeña localidad de Robles de Laciana, lugar donde vivían sus abuelos y en la actualidad tiene una casa y taller.
Estudió en el Liceo Francés y se licencia en periodismo en 1957; inmediatamente se traslada a París para convertirse en escritor pero el descubrimiento del mundo de la pintura ocupará su interés.
Su obra desde los inicios es profundamente critica y reivindicativa, prestando un intenso compromiso social y político. Se podría enmarcar en el complejo y resbaladizo ámbito de la figuración narrativa o nueva figuración, si bien es cierto que sus propuestas mantienen una especificidad única, alejada de modas y tendencias. Su trabajo es denso y profundamente intelectualizado, haciéndose presente ese sentido narrativo de contar historias partiendo de la utilización de algunos de los iconos culturales, sociales y políticos más significativos de la sociedad.
Eduardo Arroyo fue un creador polifacético y supuso a partir de los años sesenta la ruptura, el cambio, la recuperación de la pieza como elemento objetual exento y de la pintura como proceso manual y creativo. Eduardo se situó a contracorriente de su época y llegó incluso a asesinar simbólica y públicamente al gurú del arte del momento, Marcel Duchamp.
Eduardo Arroyo cuenta con un gran reconocimiento internacional y su obra ha sido estudiada, expuesta y coleccionada por los museos más importantes del mundo.
Imagen de by Manjeet Bawa en Flickr